miércoles, 11 de marzo de 2009

PIZAÑO DE PALACIOS

Ciertamente que los hechos ocurridos en Sevilla en la segunda década del siglo XVII parecieran aislados y circunscritos a las características de la gran urbe andaluza en esos años. Nada más lejos de la realidad.

En 1614 en Córdoba, Fray Cristóbal de Torres, fraile dominico del convento de San Pablo se atrevió a manifestar claramente su opinión contraria a la Limpia Concepción de María, el mismo día 8 de diciembre. Como era de esperar surgió el escándalo, tanto entre los miembros del cabildo eclesiástico como entre el numeroso público asistente. La ciudad se dividió en dos bandos, “de un lado los dominicos, que apoyarán a su compañero de religión Fray Cristóbal de Torres y, de otro, el cabildo catedralicio, que tiene en el canónigo Álvaro Pizaño de Palacios uno de los principales protagonistas del enfrentamiento. En medio se encuentra el titular del Obispado (Fray Diego de Mardones), cuyo papel mediador se ve obstaculizado por su condición de religioso de Santo Domingo”.

El obispo dio un edicto en agosto de 1615 prohibiendo los actos en honor de la Inmaculada y las disputas sobre la cuestión concepcionista. La reacción del cabildo eclesiástico fue recusar el edicto y celebrar una fiesta a la Inmaculada Concepción, “previo llamamiento al vecindario, que acude masivamente a demostrar su fervor y, de paso, a rechazar el silencio impuesto por el ordinario de la diócesis”. El ayuntamiento también rechazó el documento episcopal. Una Real Provisión de 24 de noviembre de 1615 ordena al prelado la suspensión de las prohibiciones dictadas. Un triunfo más de los inmaculistas apoyados por el entusiasmo popular.

Todos estos acontecimientos hicieron que se favorecieran el incremento del culto en unas poblaciones que no querían quedar al margen de este arrebato religioso contrarreformista. Écija hizo voto y juramento concepcionista en septiembre de 1615, y el 29 de diciembre del mismo año lo hizo Jerez de la Frontera. En Granada y en Sevilla se vivía con exaltación el fervor inmaculista.

Pero los grupos contrarios, liderados por los dominicos, también estaban activos, pues creían tener de su lado a la Corte con el apoyo del dominico Fray Luis de Aliaga, confesor del monarca, e incluso, de forma más o menos soterrada con la del mismo Nuncio, Antonio Caetani, lo que dio lugar a momentos de evidente tensión.

En 1616 se organizó una fiesta inmaculista en Málaga y otra en Priego de Córdoba. El 2 de septiembre de 1618 tiene lugar el juramento de los capitulares de la ciudad de Granada –eclesiásticos y civiles-, celebrado a petición del prelado, Don Felipe de Tassis y Acuña, seguido con la típica mezcolanza de lo sacro y lo profano, de una procesión multitudinaria, una corrida de toros y un juego de cañas[35]. Henríquez de Jorquera nos narra: “Hicieron voto con juramento en manos del señor arzobispo los dos cabildos de defender la Concepción de la Virgen y morir por ella”.

El 25 de noviembre del mismo año le correspondió el turno a la Universidad de Granada, que hizo juramento en la Iglesia de San Justo. “Juraron los doctores, maestros y licenciados defender la pía devoción de la Pura y Limpia Concepción de Nuestra Señora. Fue este acto muy célebre y de grande festividad”.

El profesor Szmolka Clares nos indica una confusión de fechas cometida por el cronista Henríquez de Jorquera a la hora de relatar los hechos, aclarándonos Szmolka que el voto de la Universidad de Granada fue el primero de los celebrados en esta ciudad y el único del año 1618. Mientras que el voto de los Cabildos civil y eclesiástico debió celebrarse en fecha posterior, tal vez ya al siguiente año, en 1619. Finalmente el 20 de noviembre de 1621, el municipio de Granada estimulaba la construcción cerca de la puerta de Elvira (Plaza del Triunfo) de un monumento al Triunfo de la Virgen, terminado en 1631, con una bella escultura de Alonso de Mena. Fue el primer monumento de este tipo erigido en España.

Nos queda también citar a Guadix. Allí Fray Plácido de Tosantos ocupaba la sede episcopal, pero antes participó en Roma en las controversias inmaculistas. Su sucesor en la sede de San Torcuato, Fray Juan de Arauz (1625-35), formuló solemnemente el voto de defensa de la Inmaculada. El voto inmaculista se hizo imprescindible para ingresar en cualquier institución andaluza del momento. Málaga lo hará en 1654.

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